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J HUIDA DEL PECADO MORTAL Y VENlAL ·,- Debe ser la característica d~ este primer grado: un firme propósito de romper ·defini– tivamente con toda concesión pecaminosa, lo cual lleva como por la mano al medio eficaz, de buscar un confesor o má,s bien un direc– tor espiritual de nuestras almas. El cristiano es un ángel que, cabalgando sobre fiera domada, debe cuidar de que ésta (que para colmo la llevamos dentro) no re– cuerde alguna vez los tiempos d{- su primiti– vo salvajismo. ¡Alerta!, nos hace falta el látigo en la mano que no es otro que la mortificación de todo nuestro ser. "Dei agricultores estis" (Primera Ep. a los Corintios, III, 9): sois. labradores, nos dice San Pablo y nuestro trabajo debe s~r el extirpar las malas hierbas .de nuestros pe– cados veniales. No contrariéis vuestros gustos... , dejad que el carro baje sin freno y con esa inmor– tificación y libertad de pasiones, la catástrofe es segura. Hace falta autodisciplina, milita– rizar las pasiones. La santidad, dice el P. Faber, ha perdido el principio de su crecimiento, cuando se deja de lado la penitencia y el arrepentimiento o espíritu fie compunción.

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