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"' conoce algo, el objeto de nuestro conocimien– to no se junta inmediatamente con nuestra facultad intelectiva, sino mediante una im– presión espiritual o representación llamada imagen intelectiva. Pero en el cielo no es así ; la divinidad se une a nuestro entendimiento sin imagen intermediaria; se une a nuestra inteligencia y e1~tra en ella. ¡ Qué satisfacción para el espíritu humano, estar unido siempre a su objeto supremo! Nos alimentamos en el cielo de la misma sustancia divina. Este es el pan "sobresus– tancial" que el Señor nos ensefíó a pedir. Esta será nuestra herencia, ·:mestro cielo, • porque el cielo es la continuación de la gra– cia. La gloria del cielo no será sino el desarro– llo de la gracia santificante de la tierra. Mu– chos cristianos, ¡ qué pená!, aun los que vi– ven en estado de g-racia, piensan poco en esta verdad. Idéntica es la vida de la gracia y de la gloria: Dios. Consúelate con el pensamiento del cielo presente y alienta tu alma con el pensamiento del rielo venidero.
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