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Y es que, como dice el Cardenal Mercier, Jesucristo Nuestro Señor por ser hombre ha transportado nuestra naturaleza humana hasta el seno de la Santísima Trinidad y por ser Dios, ha hecho bajar esa misma Trinidad -.,.hasta nosotros. Esto es lo que San Pablo nos quiere decir en aquellas palabras: "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habi– ta en vosotros?" (Primera Ep. a los Corin– tios, III, r6). Así se explica que la Iglesia, el día de Pen– tecostés, pueda llamarle : Dulcis hospes ani– mae, dulce huésped del alma; en efecto, el Espíritu Santo se deleita morando en el alma del justo. Pero no es sólo el Espíritu Santo, sino son las tres Divinas Personas porque tan esencial es a Dios el obrar y a su naturaleza el pro– ducir las Personas divinas, como le es esen– cial el existir. (Card. Mercier, La Vie inté– rieure). Nunca podrá, pues, ser nuestra devoción al Espíritu Santo como devoción accesoria o discrecional. La devoción a la tercera Perso– na de la San.tísima Trinidad es esencial y obligatoria. Debe consistir en vivir con et Espíritu Santo. Lejos, pues, de nosotros en primer lugar el pecado mortal: "No apaguéis el Espíritu" 9 (Primera Ep. a los Tesalonicenses, V, 19) por el pecado mortal. 20 «

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