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En efecto, al ser infundida la gracia en el alma, nos da algo nuevo que San Pablo llama "una nueva criatura" (Segunda Ep. a los Corintios, V, 17), y nos constituye hij_os ... de Dios; pero también dota al hombre de facultades que concuerdan con las exigencias de su nueva condición y son las virtudes so– brenaturales infusas, que son potencias o fa– cultades capaces de obrar sobrenaturalmente. Estas virtudes teologales sufrirán alg-ún día verdadera transformación porque siendo, como dice Santo Tomás, la gracia: "Quae– dam similitudo filiationis aeternae" : "cierta semejanza de la filiación eterna", la fe se trocará en el lumen gloriae, luz de la gloria, " !a esperanza se desvanecerá- ante el objeto poseído desapareciendo ya el temor de per– derlo y la caridad se trocará en gozo comple- to del alma ante el bien alcanzado. ¿En qué se parecen, pues, la vida de la gracia y la vida divina? La vida propia de Dios es conocerse y amarse infinitamente: Luz y Amor. En el cielo viviremos esta vida ., divina, conoceremos a Dios como El se co– noce y le amaremos como El se ama, parti– ciparemos, aunque limitadamente, de la vida misma ele Dios. Pero ya en este mundo por razón de la gracia santificante participamos de esa vida aunque sea de una manera menos perfecta. La gracia santificante hace c¡ue el alma sea capaz de conocer a Dios comó El se conoce, 17

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