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Una comparac1on nos aclarará el misterio de esa participación de la vida divina: Un pe– dazo de hierro: es de por sí oscuro, duro y frío. Introducidlo en un horno de fuego _y, .,. puesto incandescente, se transforma en cuer– po brillante, blando y caliente, es decir, ha tomado todas las cualidades del fuego, de taf modo que siendo hierro tiene cualidades de fuego y tan semejantes son, que lo juzga– mos fuego, cuando es sólo hierro con cuali– dades de fuego. Así sucede en nuestras almas: por la gra– cia santificante somos criaturas humanas con cualidades divinas, c'Llaliclacles semejantes por otra parte a las cualidades del hierro incan– descente porque, siendo la vida ele Dios Nues– tro Señor Luz y Amor, al comunicarnos la gracia santificante nos comunica también las tres facultades de la Fe (brillo), Esperanza (blandura) y Caridad (calor), con las cuales conocemos en este mundo a Dios como El se conoce por la fe, lo amamos como El se ama por medio ele la Caridad y confiamos en El por la esperanza. Sucede así lo que sucede en el hombre por ley natural, que está adornado de ciertas fa– cultades (inteligencia, voluntad, sensibilidad), las cuales son principio ele acción que nos permiten obrar perfectamente como hombres :y sin ellas el hombre no sería hombre perfecto como tal; así también una cosa at~áloga pasa en el orden o vicia sobrenatural. 16
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