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. .,.. NUESTRA SANTIFICACION PLAN DIVINO LA GRACIA Vamos a considerar en primer lugar el plan divino de nuestra santificación. Todos hemos pecado, es verdad. El pecado de Adán ha trastornado el plan divino. Adán, cabeza de la raza huma11a, prevaricó y en un instan– te perdió para sí y para sus descendientes todo derecho a la vida y a la herencia de Dios. Lo mismo que el pecado original, tam– bién nuestros pecados personales son destruc– tores de la gracia. ¿ Dónde encontrarwmos, pues, la fuerza necesaria para seguir el camino que nos vuel- t va al Padre, a la santidad? La revelación nos enseña que esa fuerza se halla en la gracia que Cristo ha merecido con sus obras de satisfacción v de redención. Nadie podía dar una satisfacción adecua– da ni por sí, ni por los demás, sólo Jesucristo Nuestro Señor. El se hizo solidario de nues– tra naturaleza y de nuestro pecado y Dios, dice San Pablo, por amor a nosotros, ha tra– tado a Cristo que no conocía el peqtdo, como si fuera el pecado mismo. (Segunda Ep. a los Corintios, V, 21). Jesucristo, pues, nos mereció ror su pasión 8
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