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Los días de fiesta los santificaba del modo más edificante. No diciéndose en su parroquia más que una sola misa y é~ta muy tarde, marchaba a otro pueblo bastaPte lejano para poder oir otra antes que la de su Parroquia. Con frecuencia emprendía devo– tas excursiones a los santuarios más célebres de su Diócesis de Panavia. Salía a las dos de la mañana, andando a pie lo menos seis horas y en ayunas, para poder recibir en el Santuario la Santa Comunión. Asistía después a los sagrados oficios y a la tarde se volvía a casa sin haber tomado alimento alguno. Si admitía a otras personas para que le acompañaran en estas peregrinaciones, era con la condición de que, durante el camino, se había de ir o rezando o hablan– do de cosas espirituales. A tan profundo espíritu de piedad sabía unir el ejer– cicio del amor al prójimo. Bueno, amable, cariñoso con los muchos criados que había en la casa, hacía abundantes limosnas a cuantos pobres se la pedían. Y no contento con ésto se inscribió en numerosas Congregaciones, cuyas obligaciones observaba con toda escrupulosidad. Habiendo asistido en cierta oca– sión a unas misiones, que se dieron en uno de los pueblos del contorno, hizo el propósito de evitar en lo venidero toda conversación y palabra inútil; pro– pósito que cumplió fielmente hasta la muerte. Capuchino al servicio de los pobres A la edad de 31 años, habiendo renunciado al rico -4 -

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