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los diez primeros años de religioso, ni bebió vino ni cerveza y cuando por obediencia se vió obligado a hacerlo, fué excesiv.amente parco. Uno de sus ma– yores sacrificios debió ser la privación vóluntaria del sueño que necesitaba. Sus largos rezos le dejaban poco tiempo de reposo, tanto más cuanto después de los maitines de media noche, ya no volvía de ordi– nario ·a la celda. Pesado ya por la edad y con la salud muy res– quebrajada, nunca pidió a los Superiores le exone– rasen del fatigoso oficio que ejercía desde hacía cua– renta años. No deseaba otra cosa sino morir en la brecha, al servicio del prójimo. El 18 de Abril de 1894, miércoles, Fr. Conrado, apoyado en el bastón, se preparó a ayudar en el Santuario la misa acos– tumbrada de las 5, no sin gran dificultad, después de de lo cual volvió al Convento dispuesto a empren– der sus ocupaciones. Todavía aquella mañana reci– bió con su bondad acostumbrada algunas peregrina– ciones que llegaron ; pero a la tarde, sintiendo que le faltaban las fuerzas, marchó a la celda del P. Su– perior y le dijo: «Padre Guardián, esto ya no mar– cha. » Era que e_l Siervo de Dios había llegado al fin de su jornada. Fray Conrado se retiró alegre a una celda de la enfermería , que le señaló el S~perior, y se acostó. Recibió enseguida los Santos Sacramen– tos y el sábado a la tarde, 21 de abril, mientras to– caban el \('Angelus» entregó su alma al Señor. - 12 -

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