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José Javier Azanza López 296 Príncipe de Viana (PV) , 254 (2011), 277-298 ISSN: 0032-8472 [20] Los objetos y utensilios conforman otro grupo significativo a partir de los cuales el capuchino extrae una enseñanza en el plano del comportamien- to humano; se dan cita así en diferentes discursos el espejo, la balanza, el báculo, la vela, el vaso lleno de agua, el órgano al que una mano pulsa sus teclas, el paño golpeado en el batán, un alambique, unos anteojos, un anillo, o esculturas realizadas en diversos materiales como el mármol, la cera o el pórfido. Con cierta frecuencia recurre Bretos a los oficios y profesiones, como el juez en su tribunal, el sacerdote en el templo, el impresor en su imprenta, el herrero en su fragua, el músico tañendo un instrumento, o el astrólogo, el vidriero, el platero, el carpintero y el hortelano; y a las situaciones domésticas y cotidianas, como el rico bien servido y acompañado de música a la mesa, la doncella que recibe regalos de sus admiradores, el enfermo convaleciente en la cama, el criado lavando la vajilla o dando unos azotes al hijo del señor, el jinete a lomos de su caballo, o el hombre o mujer que acuden a sacar agua al río o a un pozo. Tampoco faltan los emblemas macabros de la muerte que aluden a la fugacidad de la vida y al destino final de todo hombre, entre ellos el esqueleto y la calavera; incluso el mismísimo demonio protagoniza uno de los discursos, caracterizado como un quinquillero que vende rosarios y libri- llos de devoción con los que nos induce a los ejercicios de piedad, porque en su ejecución tiene alguna maldad tramada. Se encuentran ausentes entre los motivos propuestos por el capuchino las figuras alegóricas o los personajes mitológicos; tan sólo existe una referencia al titán Atlas como «gigante con el mundo a cuestas, oprimido y agobiado de su peso», con el que quiere dar a entender que cuanto mayores son las alabanzas que recibimos de este mundo, más oprimidos vivimos en él. En este amplio repertorio tienen cabida imágenes que, si bien Bretos no llega a citar su procedencia exacta, encuentran claramente su origen en la literatura emblemática. Es el caso de la pictura propuesta por el capuchino para el discurso xxii del curso i del primer volumen, en la que bajo el mote « Nec lactans quidem », alude a la oveja amamantando a un cachorro de lobo, para significar que quien responde con ingratitud al favor divino, se hace merecedor al castigo de Dios; la imagen se inspira en el emblema « In eum qui sibi ipsi damnum apparat » de Alciato, que ejemplifica la ingratitud. También goza de tradición emblemática el reloj con su artificio de ruedas al que alude Bretos en dos ocasiones, como metáfora del hombre constante ajustado en la virtud y de la necesidad conducirnos conforme a los designios divinos; enseñanza cercana por tanto a la propuesta por Sebastián de Covarrubias en sus Emblemas Morales , donde el reloj es ejemplo de integridad de vida. Por su parte, la culebra que muda de piel entre la angostura de dos piedras que Bretos propone como ejemplo del sacramento de la confesión que nos obliga a dejar atrás nuestras malas acciones, es muy habitual en los libros de emblemas e incorpora diversos significados en función del contexto, como podemos com- probar en Sebastián de Covarrubias, Juan Francisco de Villava, Paolo Aresi, Filippo Picinelli, Georgette de Montenay o Antonio de Lorea, entre otros. No menos frecuente resulta la imagen de la mariposa revoloteando alrededor de una vela encendida, a la que recurre el capuchino para significar el destino que le espera a quien con actitud rebelde peca conscientemente; se trata de un motivo ampliamente difundido en la literatura emblemática y aplicado en numerosas ocasiones en clave moralizante para indicar que debemos seguir el
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