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José Javier Azanza López 290 Príncipe de Viana (PV) , 254 (2011), 277-298 ISSN: 0032-8472 [14] deseaban enriquecer su homilía hallaban en él abundantes fuentes de eru- dición dispuestas y engarzadas con elegancia y sabiduría  33 . A ella acude el capuchino pamplonés en más de una treintena de ocasiones para apoyar su doctrina con ejemplos. En numerosos casos se trata de alusiones al mundo animal, no en vano el comportamiento de los «brutos» era considerado idó- neo en el plano emblemático para extraer un aviso o enseñanza moral. De esta manera, el ave llamada othis , de elegante vuelo y dulce canto, pero cuya carne es nociva y desprende gran hedor, se convierte a juicio de Bretos en imagen del pecado, que atrae al hombre para acabar matando su alma; el es- carabajo, que arrastra una bola de estiércol con sus patas y es aplastado por el pie del hombre, es reflejo de quienes se gobiernan en este mundo únicamen- te por sus apetitos y no por la razón y sabiduría recibidas de Dios, porque se dirigen a la condenación; el avestruz, que empolla los huevos a distancia con la mirada fija en ellos, y con la vista saca a los polluelos del cascarón, pero más tarde abandona a sus crías, es imagen del juez negligente que, sin detenerse a examinar el caso y a considerar las causas, dictamina una senten- cia errónea y condena a un inocente; el pavo real, que aunque viste de gala con su vistoso plumaje, su carne no sirve de alimento, resulta imagen válida para amonestar al hombre soberbio y vanidoso que únicamente se preocupa por el adorno del cuerpo descuidando el del alma, porque no participará del banquete celestial; la cigüeña, que construye sus nidos en la elevación de montes y campanarios, pero desciende a la tierra para alimentarse de sapos y culebras, es imagen del hombre que debe elevar su plegaria a Dios, pero no por ello descuidar su comportamiento virtuoso e irreprochable a los ojos del Señor en la tierra; el elefante, poderoso animal consagrado al sol y a la luna (fig. 6 ), pero al que un simple ratoncillo puede matar introduciéndose en su trompa, actúa como imagen del religioso consagrado a Dios y a María, pues si permite que se introduzca la discordia en el amor fraternal acabará por destruirse a sí mismo y a sus hermanos de comunidad; el ave fénix, que resurge de sus cenizas merced al calor del sol que engendra el gusanillo que lleva en su corazón, es imagen del hombre que retorna a la vida de la Iglesia gracias al fuego que calienta su corazón en el sacramento de la Penitencia; y el asno hambriento que se come las sogas de hierba que está labrando un campesino, es reflejo del necio que trabaja pensando sólo en satisfacer sus necesidades materiales, pues el hombre juicioso debe reducir a Dios todas sus operaciones y encaminar su esfuerzo cotidiano al fin último que es la salvación  34 . 33  Véase a este respecto L ópez P oza , S., «Los libros de emblemas como tesoros de erudición auxi- liares de la inventio », Emblemata Aurea. La Emblemática en el Arte y la Literatura del Siglo de Oro (eds. Rafael Zafra y José Javier Azanza), Madrid, Akal, 2000 , pp. 263 - 279 . Sorprende en todo caso la ausencia de referencias por parte de Félix Bretos a otra obra de similares características como es el Mondo simbo- lico del agustino Filippo Picinelli, cuya primera edición en lengua toscana apareció en Milán en 1653 , y en 1680-1681 fue traducida al latín por el agustino alemán Agustín Erath, quien amplió decisivamente el repertorio añadiendo muchas fuentes, sobre todo de autores alemanes. 34  B retos , F., El Menor Predicador Capuchino, op. cit. , 1693 , pp. 125 , 177 - 178 , 187 - 188 , 197 , 237 , 347 , 415 y 486 .

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