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familia, el primer sitio a la izquierda de la puerta de entrada. El segundo jefe -Abyíyibái- se situaba, junto con su familia!. en el primer sitio a la derecha. El tercero -Ibáibaibái- ál lado del Natubái con su pro– pia familia. Seguidamente se distribuían el resto de las familias de las que constaba el grupo, según la distribución efectuada por el Ña– tubái 57 • Toda esta operación solía terminar hacia el mediodía. Colocaban sus corotos personales y familiares y se echaban a dormir. Dentro de la distribución familiar existía también un orden de pre– ferencia, en la indicación de los chinchorros -lugar para dormir-, impuesto por el sentido práctico, tan característico del pueblo barí. Los jóvenes ocupaban el sitio más alto, los viejos en medio y las mujeres, con los niñitos abajo, en esterillas apropiadas. La parte que le correspondía a cada familia pasaba a ser disfrutada por ésta con todas sus consecuencias. Las mujeres de cada familia eran las encargadas del aseo de su propio departamento. El bohío solía estar limpio, aunque nuestros informadores subrayan la gran preocupación que tenían los papás para corregir a sus niños en este aspecto, con el fin de que lo mantuviesen debidamente curioso, lo que no era tan fácil de conseguir. Sin embargo, tal como aparece con toda claridad en sus mitos, lo testifican los ensalmos de la inauguración y lo reconocen nuestros infor– madores, la salubridad del bohío no era tan obvia ni tan deseable como es decantada, a veces, por ciertos antropólogos y etnólogos. Ciertamen– te no existían mosquitos, tan característicos de la selva -la casi cons– tante permanencia del fuego lo impedía-. Pero sí existían pitos, cucarachas y otros insectos que, junto a los vómitos frecuentes de los niños, diarreas habituales, sudor por la noche, orina, esputos, excremen– tos de los niños, etc., producían ciertas enfermedades usuales y epide– mias comprensibles. Esto nos manifiesta que la defensa del «paraíso perdido» del bohío, por el que con nostalgia y obstinación abogan cier– tos antropólogos y etnólogos contra la inculturación del «faraonismo 57. En torno al tema de la preparac1on de la casa comunal y del rito de su inauguración hemos observado ciertas imprecisiones en el art. cit. de A. de Villamañán (19-20). En contra de lo que allí se afirma, la elección del sitio no es obra exclusiva del Ñatubái; por otra parte, las mujeres y niñas no intervienen activamente en el rito de la inauguración del mismo, ni con tal motivo se cantaba a los «basunchimba». .Estas aclaraciones nos las hicieron los informadores, a los que, para mayor seguridad, les preguntamos en va– rias . ocasiones sobre dichos detalles. 71

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