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Podemos adoptar una actitud de sospecha justificada ante las cifras que aparecen durante este tiempo 42 • Hacia el 17(,7 el censo da como resultado la cifra de unos 2.000 barí, residentes en varios pueblos. Otro censo realizado en 1783 ofrece como resultado el de 921 habitantes. Y el censo realizado antes de la Guerra· de la Independen– cia, en 1810, arroja el número de 1.025, si bien supone una compila– ción restringida. Por lo que respecta a las cifras arrojadas en los años inmediata– mente anteriores o posteriores a la última pacificación barí, Villamañán escribe: «Todos los cen~os que hasta ahora se han dado han sido com– pletamente fantásticos, fundados únicamente en el territorio por ellos ocupado y por los bohíos o casas comunales, que se podían contar desde el aire. Hoy sabemos que un grupo de unos 50 individuos pueden tener basta seis o siete bohíos, que habitan con una periodicidad seminó– mada. Su bravura en defenderse de los ataques de los enemigos con– tribuyó a las exageraciones» 43 • Por otra parte, al contacto con nuestra civilización, los barí tuvieron que pagar su cuota a las epidemias, para las que no estaban debidamente preparados. La disminución del terri– torio y población barí se han notado, especialmente, en los grupos loca– les limítrofes a la civilización. En Venezuela, en los primeros años, hubo un centenar de muertos, número que se duplicó en Colombia, donde Ja atención médica era mucho más deficiente 44 • • 42. Beckerman estudia detenidamente el tema a lo ·largo de los distintos períodos de la historia barí, a partir de su primera pacificación (a. c., 291-322). Para los cuadros de población barí clurante todo este tiempo, puede consul– tarse el mismo artículo (295-299), expuestos con todo detalle. Cf. también A. ]AHN, Los Aborígenes del Occidente de Venezuela, Caracas 1927, 62. - 70; A. de ALCÁCER, El indio motilón, .. 173. 216-218\ ID., Los barí.. :, 20-25; C. de ARMELLADA, Estampas de los Pueblos motilones.. ., 35 ss.; A. de VrLLAMAÑÁN, Los motilones. Cuántos son y dónde viven, en Ven.Mis. 34 (1972) 84-87; B. de CARROCERA, o. c., 194-196; C. de ARMELLADA, Los Pueblos motilo'nes en el siglo XVIII, en Ven .Mis. 26 (1964) 12. . . . · · 43 . A. de \lnJ.AMAÑ,\N, Los motilones..., 84. Creemos que este hecho es una de los que más ha contribuido al «m.ito motilón» tradicional y que debe– mos tener en cuenta para no hacer afirmaciones excesivas sobre la población h,irí. como con cierta frecuencia se hace. 44. Creemos exagerada la opinión de R. Jaulin, para quien las cifras de muertes con tal motivo ascendieron a un 50 por ciento (o. c., 9. 27). Su postu– ra respecto a este tema está notivada, principalmente, por la tesis que pro– pone .en su obra sobre el <,etnocidio» y a la que nos referiremos repetidas veces a lo largo de r..1estro trabajo <le campo. Beckerman . en cambio. aparece más moderado al referirse a esta situación en la que los bnrí fueron diezmados /:1. c., 321-322). 47

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