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muertos. Nischkú les dijo: «Nosotros pescamos mucho, mucho, no poco, sino bastante, bastante». Entonces barí pasaron casa por ca– sa, visitando, y viendo bastantes barí; estaban ahumados... Nischkú les dice: «Estos pescados se están pudriendo; estamos comiendo, pero no estamos acabando nada. Ahora nos ayuden a comer ese pes– cado». Pero eran barí, de los que habían pescado en la tierra, tal como les dijo Kokébadóu a barí. Y disimularon nuevamente a Nis– chkú. Al finalizar sus visitas, en la última casa, Nischkú tenía muy po– quito pescado. Es decir, los demás Nischkú, los que pescaron a los barí habían regalado a sus otros compañeros, pero ellos se habían reservado un poquito de carne, los pescados. Al terminar las visitas a las casas, Kokébadóu le preyuntó a Nis– chkú: «¿ Qué fuiste a pescar?». «No, esto me regalaron mis herma– nos, mis compañeros y me dieron un poquito de carne». Era un barí que estaba muerto. Al que se salvó dentro de la balsa no le decían ni le preguntaban, sino que le preguntaba Kokébadóu. Barí no le preguntaba a ninguno de ellos, a los Nischkú y Nischkuá. El se fue casa por casa. El otro le dijo: «Come esto». Pero echó una mentira: «Hasta luego, me voy a la otra casa, voy a visitarla». Y así pasaba Kokébadóu visitando a cada uno de ellos y su hogar. De nuevo Kokébadóu con sus amigos daban vueltas de casa en casa. Al último de la casa que quedaba en el rincón le preguntó: «¿ Tú fuiste a pescar?». Nischkú le dijo: «No, yo no fui a pescar junto con los demás, sino que yo me quedé. Más bien, a mí me re– galaron mis compañeros». A Kokébadóu, seguidamente, Nischkú le dijo: «Coma esto, esto es pescado». Cada uno de sus amigos de Ko– kébadóu eran barí de los que se fueron dentro de la balsa. Koké– badóu hizo una señal y le guiñó el ojo, señal para que no comie• sen y disimulasen. Nischkú y Nischkuá siguieron diciendo: «Coman esto». Los que fueron dentro de la balsa le dijeron: «¡Ah!, éstos son barí que se han muerto antes cuando ellos pescaron, cuando hicieron la represa allá arriba». Después siguieron visitando casa por casa. Al finalizar la casa, les preguntó de nuevo: «¿ Tú fuiste a pescar?». Nischkú le dijo: «No, yo no fui a pescar». Los demás compañeros no se lo habían rega– lado a ese Nischkú, a su compañero, a quien no quedaba nada. Kokébadóu, seguidamente, le dijo, cuando salieron a la calle, ha– blándoles en voz baja: «Nosotros parece ser que vamos a luchar contra ellos, vamos a matar a todos los Nischkú». Y así siguió ca– minando de casa en casa. Las casas de Nischkú eran pegaditas, no alejadas unas de otras, sino pegadas. Kokébadóu siguió caminando hasta visitar a todos. Y les preguntaba a Nischkú: «¿ Fueron a pescar ustedes?». Y algunos Nischkú le decían: «No». Otros le decían: «Nos regalaron mis com– pañeros». El siguió caminando. La casa de ellos eran pegadas unas tras otra y tras otra ... seguiditas. 419

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