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• Amante de la verdad y opuesto a cualquier simulación o mentira y opuestos al hurto. Es ésta una de las cualidades que más admiraba Guillén en su Diario: «Es uno de los inviolables atributos entre ellos la religiosidad de la verdad, abominando con tedio la mentira. Reputan por delito capital el hurto y francamente ofrecen al necesitado lo que pide» 3 3. • Gran espíritu de intuición y observación, sobre todo con los des– conocidos y susceptibles en un primer momento de reacciones fuertes contra posturas de extraños no suficientemente clarificadas. • Al prim;ipio manifiestan un espíritu receloso, tímido, taciturno, desconfiado y reservado, hasta que descubren que sus interlocutores merecen confianza a la que se abren con amplia generosidad, alegría y compartiendo todo lo suyo, mostrándose vivos, inteligentes y des• piertos. Su simpatía es característica y su sonrisa a flor de labio pro– verbial, como muestran los mitos sobre sus orígenes. Su respeto, hos- acudir a otras motivaciones ajenas a ello para explicar su tradicional hostilidad y fiereza. El aprecio por todo lo suyo -por lo que consideran suyo desde antiguo-: sus tierras, personas, tradiciones... podría aclarar de modo más correcto y aceptable ciertas actitudes agresivas, históricamente confirmadas, de este pueblo, como legítima autodefensa. Refi– riéndose a este sentido de respeto del pueblo barí, escribe con aderto A. de ALCÁCER: «En esto se echa de ver el alto concepto que el motilón posee de la paz; de tal forma que la lucha contra el blanco es por estricta necesidad, para defenderse de ataques o para recuperar las posesiones perdidas en manos de los supuestos civilizados» (Los barí..., 68). En esta misma línea se mueve R. lAULIN (o. c., 294). Los barí no son naturalmente agre– sivos; más bien hay que calificar os de personas que defienden su libertad, sus tierras, sus mujeres, sus hijos: lo que consideran suyo. Para todo lo referente a la leyenda negra barí, cf. La leyenda negra del motilón, en Ven.Mis. 28 (1966) 176-179 (artículo recogido de «Crítica», Maracaibo); A. BORJAS ROMERO, a. c., 317. Aun admitiendo la alta estima que el barí tiene de su propio grupo étnico -su orgullo tribal-, disentimos de A. de Alcácer en la manera de interpretar su estancamiento cultu– ral y hermetismo. Dicho autor pretende motivarlo desde su altivez y orgullo que le lleva a considerar su propia cultura como la mejor y al resto dignas de desprecio (Los barí. .., 35-36). Creemos que en esta situación de estancamiento han contribuido factores socio– culturales, ambientales, históricos... muy diversos y complejos, resultando, según nuestra opinión, demasiado simplista la motivación aportada por Alcácer. 33. S. J. GUILLÉN, o. c., 275. Sobre este tema, puntualiza G. Alvarez: «Es éste uno de los valores fundamentales del barí y de su vida social, no lo suficientemente destacado, a veces. El barí considera que sólo el que es de su lengua es de los suyos, porque hablar barí es la clave para conocer su mundo interior, los mandatos de Sabaseba y los secretos para combatir a los Daviddú (los mentirosos por excelencia). Ahora bien, la palabra «barí», además de identificarles como grupo, se constituye entre ellos en un pilar sobre el que se apoya la vida del grupo. Así, entre ellos, no existe falta mayor que la de ser infiel a la palabra dada. Supone esto dejar de comportarse como barí y asemejarse a «Daviddú». Los barí sólo dirigen la palabra a quienes consideran amigo. He visto visitan– tes de los barí pasar días enteros en sus comunidades sin que nadie les dirija la palabra, o negársela rotundamente a quienes en alguna oportunidad les haya engañado o mentido». 43

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