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partiendo de la casa comunal, se entrecruzaban por la espesa selva, según las distintas funciones a los que se les destinaba: condi.:cir al río, al conuco, a sitios particulares de caza, pesca, de contacto con otros bohíos e incluso con otras tierras ... Las vistas que nos ofrecen las fotografías recogidas desde bs he– licópteros antes de su última pacificación nos manifiestan en el terri– torio barí como un enjambre de caminitos que se abren constantemen– te y se pierden, a la vez, en medio de aquél. Todos ellos partiendo de los distintos bohíos, como de su epicentro. Durante períodos de lluvia empleaban balsas construidas con palos o troncos de árboles, amarra– dos con bejucos, para pasar el río o descender largos trechos a merced de la corriente. El uso de la canoa es muy posterior, según nos refieren nuestros informadores. Fue conocido por ellos cuando las Com;,añías petroleras las introdujeron en su territorio; de todo ello conservan un triste recuerdo, pues tuvieron que arremeter contra ellas con flechas por creerlas muy extrañas y del otro mundo ... 3. TRADICIONES El pueblo harí es eminentemente tradicional. Podríamos afirmar que toda su vida «es» tradición. Esta característica se hace presente en el mismo instante en que intentamos adentrarnos en el contenido de su pensamiento y de su actuación, subre todo como comunidad. Pueblo preliterario, con una cultura ágrafa, su modo de entender el mundo, el hombre y su historia lo proyecta, como toda sociedad de tra::lición exclusivamente oral, por medio de relatos que se transmiten de unos a otros. Los barí son una etnia rica en tradiciones tribales que consti– tuyen el núcleo de su propia cultura y la forma mejor de su propia identificación como pueblo a través del tiempo. Ellos las cuentan como historias antiguas de su pueblo, las veneran y tratan de identificarse con ellas personal y comunitariamente. Los barí son conscientes de que cuando relatan sus historias conectan con tradiciones antiquísimas de sus Saimadoyi -sus antepasados primitivos- y con Sabaseba, su dios civilizador. Pero no todas las personas que componen el grupo comunal se hallaban capacitadas y se reconocían «oficialmente» por la comcnidad como auténticos transmisores de sus tradiciones. No. Era::i los «Sag'dóu», los ancianos, los que recibían este encargo oficial. Pet"o sin ser señalados por autoridad alguna del grupo. Surgían como dirigentes 143

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