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Desde joven Ana María sintió vivos deseos de consagrarse a Dios en algún Instituto Religioso, pero la obediencia a sus padres le condu– jo a abrazar la vida matrimonial. Después de 21 años de santo matri– monio, al quedarse viuda, vio realizado su deseo, ingresando en el Monasterio de las Clarisas Capuchinas de Zaragoza, el año 1645. Y desde aquí trabajó con ilusión para fundar el de Huesca. Pidió licencia para esta fundación a los Jurados y Regidores de Huesca, quienes contestaron el 25 de agosto de 1647, que concedían su autorización. Igualmente respondió el Obispo de Huesca, Don Este– ban de Esmir. Y a su vez, el Arzobispo de Zaragoza Fray Juan Cebrián daba licencia para que varias de las Capuchinas del Monaste– rio de Nuestra Señora de los Angeles de la ciudad de Zaragoza pudie– ran salir a fundar en Huesca. Con todos estos permisos, las monjas capuchinas de Zaragoza lle– garon a la ciudad oscense el 9 de julio de 1648. Llegando a la Cate– dral, fueron recibidas por el Cabildo Catedralicio. en un acto solemne e histórico, el Vicario General del Arzobispado de Zaragoza hizo la entrega de las Religiosas Capuchinas a Don Antonio Mateo, canónigo de La Seo Oscense, siendo nombrada primera Madre Abadesa Sor Angela Serafina de Mendoza, y Madre Vicaria, Sor Ana María Latras, fundadora del monasterio. El notario don Pedro Fenés testificó este acto. El monasterio se situó en el Coso Alto de Huesca. Tan pronto como en el edificio hubo espacio suficiente, se destinó una de las dependencias para Capilla, y las Capuchinas se trasladaron a este nuevo monasterio el 23 de octubre de 1652. En la puerta del edificio había una bonita y pequeña hornacina con la imagen de la Virgen del Pilar. Para esta fecha la Comunidad ya contaba con 14 religiosas. 2. Evolución histórica Este monasterio pronto comenzó a crecer en número y sobre todo en santidad. De allí salieron las Fundadoras del Santo Nombre de Jesús de las Clarisas Capuchinas de Barbastro. Fue el 26 de enero de 1671 cuando partieron de Huesca Sor Gabriela de Lerma, como Madre Abadesa, y tres religiosas más, llevando a la ciudad de Barbas– tro todo el espíritu y carisma de Santa Clara. -96-
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