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para siempre. Sólo quedaban en él cuatro Religiosas, las cuales se trasladaron al monasterio de Santa María de Jerusalén de Zaragoza. Naturalmente que entre las cosas que se llevaron fue el Relicario de la Santa Espina de Nuestro Señor, tan querido y venerado por toda la villa de Gelsa. Las Religiosas Clarisas tenían orden de su donante el Marqués de Osera de "guardarlo toda la vida". Por eso, a pesar de las peticiones de la villa por quedarse con él, no lo consintieron. El litigio se resolvió amistosamente, siguiendo el mismo ceremonial de antaño. Las autori– dades de Gelsa se trasladan todos los años al Monasterio de Santa María de Jerusalén en busca de la preciosa reliquia. La llevan con todo respeto y amor a la villa, donde los fieles le rinden culto y veneración del 10 al 20 de mayo. De esta forma no ha quedado interrumpida una tradición religiosa de cuatro siglos de existencia. El retablo del altar mayor del monasterio de la Inmaculada Con– cepción y de la Santa Espina ocupa ahora un lugar de honor en la igle– sia parroquial de Gelsa, ya que las clarisas lo donaron a la cofradía de Santa Bárbara. -79-
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