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sas que debieran estar vestidas de seglares y preparadas por si acaso tenían que salir. En este contexto de densa preocupación estalló la gue– rra. Fue el 22 de agosto de 1936, cuando los bombardeos de la aviación sembraron de pánico a los habitantes pacíficos de la ciudad turolense. Muchas personas huyeron hacia el campo, buscando salvar la vida. El día 27 de agosto de 1936, Don Felipe Ripoll, penitenciario de la Catedral, comunicó a las Clarisas que las Hermanas Capuchinas del monasterio de Gea de Albarracín iban a llegar a Terne!, huyendo del peligro que les amenazaba. Y les pidió que las admitiesen en el convento. No hubo ningún obstáculo, y media hora más tarde, fueron acogi– das las 29 capuchinas de Gea, y atendidas fraternalmente como verda– deras hijas todas de la Madre Santa Clara. Se les acomodó en celdas propias y se puso a su disposición todo lo que necesitaran. Muy poco después, se presentó allí el Padre Polanco para visitar a todas las reli– giosas y velar por su vida. En vista de que los bombardeos y la guerra se recrudecía, deci– dieron Clarisas y Capuchinas mandar a Zaragoza las religiosas más ancianas o enfermas. De esta manera el 30 de diciembre, en medio de un invierno durísimo, tomaron dirección para la capital aragonesa sor Isabel Benito de 79 años y paralítica, sor Mercedes Escusa de 82 años, con la enfermera sor Mercedes Gómez y otras religiosas clari– sas, a las que se unieron además 16 Capuchinas. Fueron acogidas con mucho amor por las Hermanas Clarisas del Monasterio de Santa Catalina. El 1 de enero de 1937 cayeron las primeras bombas junto a los muros del monasterio de Santa Clara de Teruel. Otros ataques destru– yeron celdas y salas del edificio, hasta el punto de hacer inhabitable el convento. Ante tan inminente peligro decidieron Clarisas y Capuchi– nas marcharse a Zaragoza, cosa que hicieron el 3 y 4 de enero, aco– giéndose en el Monasterio de Santa Catalina. Desalojado el Monasterio de Terne!, pronto fue ocupado por niños y niñas de la Beneficencia de las Hermanas de la Caridad. Allí estu– vieron hasta el 8 de enero de 1938. Hay que afirmar que el monasterio de las Clarisas fue el último reducto de defensa de los héroes de -32-
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