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Aunque la ilustre Doña Constanza miró al convento de Huesca con el afecto de fundadora, y a sus monjas con el amor y ternura de madre, no tuvo el consuelo de ver concluido su monasterio y dotarlo con la munificencia que deseaba. La Reina murió en Barcelona el año 1302, dejando un gran ejemplo de virtud y piedad. Fue muy devota de San Francisco de Asís, con cuyo hábito se mandó enterrar en el convento de los Frailes Menores de Barcelona. Y no fue menos, su amor a Santa Clara, cuyo espíritu quiso perpetuar con la fundación de Huesca. Los Reyes de Aragón, sucesores de Doña Constanza, también se distinguieron por seguir concediendo numerosos privilegios y exen– ciones al monasterio. 3. Reforma espiritual del Monasterio En tiempo del Obispo Don Pedro Agustín se trató muy en serio de la reforma de este monasterio, estableciendo en él una clausura muy rigurosa, ya que desde el principio se fundó sin ella, según el privile– gio de la Fundadora, por el cual, las monjas salían fácilmente a la calle con licencia de la Abadesa. Para establecer con más firmeza esta reforma, se trajeron cuatro monjas del convento de Santa Catalina de Zaragoza. Fueron las siguiente: Doña Margarita Gómez, Abadesa; Doña Violante Embún, Vicaria; Doña Jerónima Ferriol, tornera y Doña Damiana de Mendoza, Maestra de novicias. Llegaron a Huesca el 29 de octubre de 1573. Al día siguiente, fue– ron conducidas en procesión con gran solemnidad y concurrencia del pueblo, llevando en sus manos velas encendidas, y cubiertos los ros– tros con velos, desde la Catedral al Monasterio, donde habiendo asisti– do a una misa solemne del Espíritu Santo, se cerraron en perpetua clausura, en compañía de ocho monjas antiguas que había en el monasterio. Esta reforma fue aprobada por el Papa Pío N, ante la súplica del Consejo de los Justicia, Prior y Jurados de la ciudad de Huesca, ciuda– danos y consentimiento de las monjas del monasterio. -23-
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