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l. Apoyo de Reyes y Papas Emparentada la fundadora con la Casa Real, no es de extrañar que los monarcas le dispensaran su valiosa protección. Su sobrino Don Jaime ordenó que todos los bienes temporales y posesiones del monas– terio se atendiesen y venerasen como si fueran suyas, y que se les diese toda la sal necesaria y quinientos sueldos anuales para su susten– to. Don Alfonso mandó que no se hiciesen tributarios los bienes, lo cual confirmó cuando ocupó el trono. Todos los reyes siguientes ratificaron dichos privilegios, añadien– do otros, como el de Don Juan I en el que decía "que cada mes, en un día, tengan libre el agua de la Güerva". Y hasta el invicto Carlos I confirmó una donación de mil sueldos anuales hecha anteriormente. A este apoyo de los reyes hay que añadir el afecto de los Papas a este monasterio, como queda de manifiesto en el estimable "Bulario" que guarda en su archivo. 2. Foco de espiritualidad y santidad El esclarecido origen del monasterio y la ejemplar vida religiosa que en él se practicaba, atrajo a numerosas almas hacia la perfección. Llamaba la atención en toda la ciudad de Zaragoza la limpieza de la iglesia, la belleza de los ornamentos y vasos sagrados, el esplendor del culto y la celebración de las fiestas solemnes con esco– gida música. Por lo cual, la gente concurría en masa al Monasterio de Santa Catalina con el deseo de oírles cantar como si fuera una capilla de ángeles. Era admirable el espíritu y santidad de estas monjas, fieles al ejemplo de Santa Clara. Las crónicas citan a algunas Hermanas que destacaron en perfección evangélica: - Sor Magdalena Magallón: Fue monja de oración continua. -15-
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