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por estar entonces prohibido enterrar en el que tenían las Hermanas de Gea. La epidemia del cólera. Todavía no se habían repuesto las Capuchinas de los destrozos y daños de la guerra, cuando el año 1834 fueron visitadas por el cólera morbo, cuya actuación virulentz. fue más dolorosa. En poco tiempo fallecieron siete Religiosas. El cólera desapareció por unos años, hasta que el año 1885 volvió a hacerse presente, y entre las numerosas víctimas de la ciudad, tam– bién fallecieron dos Capuchinas. El Cristo de Ruzola No todo iban a ser desgracias en este santo monasterio. Fue el año 1835 cuando se trasladó a la iglesia de las Clarisas Capuchinas la pre– ciosa imagen de Cristo muerto en la cruz, conocido con el nombre de "El Cristo de Ruzola". Dicha obra fue realizada hacia el año 1800. Todo su valor se la dio Domingo de Ruzola, carmelita. Huérfano desde niño, lo recogió su tío materno Fray Farancisco López, prior del convento del Carmen de Calatayud. Siendo Ruzola constante en su devoción al Cristo, un día mereció oir su voz: "Domingo, yo te mos– traré el camino de tu salvación, entra en la religión de mi Madre"... Con la Ley de Desamortización de Mendizábal, los Padres Carme– litas tuvieron que trasladarse a Zaragoza y la imagen del famoso Cris– to se sorteó, ya que todas las iglesias de Calatayud la querían para sí. El sorteo cayó a favor del monasterio de las Capuchinas. No con– forme el pueblo con este resultado, ya que la iglesia de las Hermanas estaba muy a las afueras de la ciudad, volvieron a sortearlo, y hasta por tercera vez, recayendo siempre en las Capuchinas, a donde se hizo dicho tralado con toda solemnidad. Han pasado muchos años de este acontecimiento, pero el santo Cristo se encuentra en la iglesia de este monasterio recibiendo cons– tantemente el culto de sus muchos devotos, que acuden a él, ofre- -103 -

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