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nes siguieran adelante, juzgó con mucho acierto que para desvanecer los recelos, deshacer las calumnias y dar informes verídicos, era de punto necesario que dos de los misioneros vinieran a la corte e infor– masen personalmente a todo el Consejo de Indias" 12 • Para esta tan delicada misión, el P. Magallón envió a Agustín de Frías y Francisco de Tauste, quienes permanecieron en la corte unos dos años, hasta que quedó definitivamente resuelto el asunto. Por cédula real de 26 de octubre de 1662, se revocaron las anteriores órdenes. Se determinó que los PP. Frías y Tauste volviesen a las misiones y se nombrase un Comisario General Capuchino para ellas en España. Dicho cargo recayó en el provincial de Andalucía. De nuevo volvió la alegría a las Misiones de los capuchinos e incluso tomó nueva vitalidad. El recién designado Comisario Gene– ral de los Capuchinos comenzó con gran entusiasmo su labor y con– siguió organizar la mayor expedición: Doce misioneros capuchinos que acompañados de Agustín de Frías y Francisco de Tauste embar– caron en la primera quincena de agosto de 1663, llegando a Cumaná a finales del mismo año. 7. Expansión y división de la Misión En pocos años el P. Magallón se encontró con un buen número de hombres dispuestos a trabajar. Al frente de las dos Misiones, la de Cumaná y la de Los Llanos, continuaba el P. Magallón, aunque ofi– cialmente era la misma. No obstante, la distancia que separaba ambos territorios y las dificultades que entrañaba el desplazarse de una a otra, obligaron al P. Magallón a la conveniencia de nombrar un suplente o viceprefecto encargado de Los Llanos, mientras él perma– necía en Cumaná. Su elección recayó en Rodrigo de Granada. A partir de entonces, los campos de apostolado se van fijando de la siguiente forma: Curnaná para los aragoneses y Caracas para los andaluces. La separación entre ambas Misiones era una necesidad cada vez más imperiosa. Una de las principales causas eran los fre– cuentes roces entre capuchinos aragoneses y andaluces. Estos solici– taban tener un Prefecto propio. 12. B. DE CARROCERA, "Las misiones capuchinas de Cumaná", pág. 35-36. -74-

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