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realista, como que los misioneros eran españoles peninsulares. Los republicanos aprovecharon en algunas circunstancias los ganados misionales; por razones logísticas y políticas llegaron a sacrificar en Caruachi (1817) a los frailes. No hubo en ese acto animadversión de tipo religioso, sino llana y simple función de guerra. Los frailes fue– ron vistos como enemigos capaces de influir en los acontecimientos"'. Sin embargo, algunos misioneros abrazaron la causa revolucionaria, como el capuchino aragonés Fr. Ramón de Calanda, que en 1816 fue remitido a España, expedientado por adhesión y apoyo a los republicanos'. Que las expulsiones o muertes de religiosos no obedecieron a motivos puramente religiosos sino a razones de guerra, puede quedar demostrado por el hecho de que el 11 de julio de 1828 Simón Bolí– var decretara el restablecimiento del ingreso a los conventos regula– res de individuos menores de veinticinco años, con objeto de que se dedicaran luego a la obra de misiones entre indígenas. Este decreto habla de la necesidad de restablecer las misiones de Cumaná, Barce– lona, Barinas, Maracaibo y Guayana, destruidas "a consecuencia de la dilatada guerra". En 1858 la Convención Nacional de Valencia autoriza que el Poder Ejecutivo solicite sacerdotes europeos con destino a las misio– nes de Guayana. En 1890 se encarga al Arzobispo de Caracas la recluta de cincuenta religiosos para las Misiones de Yucuray. Delta, Guajira y Bolívar. En 1893 se establece que el Delta, Caura, Alto Orinoco, Amazonas y Guajira son región de misiones católicas. De esta manera quedan restablecidas las misiones. bajo la custodia de los capuchinos, y se crea un Vicariato independiente para aquellas zonas'. 5. MORÓN, Guillermo, op. cit., p. 649. 6. CARROCERA, Buenaventura de, op. cit., pp. 408-409. 7. MORÓN, Guillermo. op. cit., pp. 650-651. -18-

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