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PRÓLOGO Ante la ansiada llegada del año 1992, toda la prensa mundial se dedica a publicar en sus páginas, noticias más o menos históricas referentes a España y al descubrimiento de América. Unos escriben con todo rigor histórico, y otros lo hacen de una forma frívola, transformando la historia según el color que mejor responde a sus intereses o ideologías. Frente a las tendencias que intentan descalificar la hazaña espa– ñola, nos es grato recordar las palabras del gran pensador D. Julián Marías,que afirma en uno de sus artículos: "El título que tiene España para ser considerada como una nación excepcional– mente creadora, inventiva, eficaz y fecunda es ser autora de la gigantesca operación que llamo el "injerto" español en América, la formación de un continente hispanizado". La presencia aragonesa en el nuevo mundo dejó huellas imbo– rrables. Nada tiene de extraño que misioneros, exploradores, enco– menderos, conquistadores, navegantes o pobladores nacidos en Ara– gón hubiesen bautizado algunos lugares con nombres que les recor– daba la tierra que habían dejado atrás. Todavía subsisten en tierras americanas poblaciones de la geografia aragonesa como por ejem– plo: Montalbán, Bello, Cadrete, Borja, Alagón, Luna, Biel, Fraga, Monzón, etc... Es digno de tener presente que en el segundo de los viajes reali– zados por Cristóbal Colón en 1493, los Reyes Católicos enviaron una escasa expedición de misioneros, al frente de la cual iba el ara– gonés de Tarazana, fraile Mínimo de San Francisco de Paula, El padre Bernardo Buil. A esta arriesgada expedición de misioneros sucedió una gran multitud, procedentes de diversas Órdenes. Algunos historiadores calculan que durante el siglo XVI fueron unos 5.000 los misioneros que llegaron a América. Fernández de Oviedo afirmaba humorísti– camente que "llovían frailes". -9-

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