BCCCAP00000000000000000001210

once de la noche atendiendo a los hermanos en los retiro-visita, y yo le obedecía, sabiendo que para él no había hora límite. Sus escritos sobre vida religiosa y en particular sobre el proyecto comunitario fueron acogidos muy favorablemente; al aplauso general puedo añadir cuánto vertió en esos escritos de experiencia propia, de experiencia como superior y de colaboración, que él sabía acoger de otros hermanos. Estuve en Roma diecisiete años, de 1974 a 1991; de ellos, algo más de dieciséis en nuestra Curia General. Tuve la oportunidad de conocer la grande estima que los ministros generales capuchinos P. Pascual Rywalski y P. Flavio Carraro tuvieron del Hermano Basilio por sus cualidades de pedagogo y de formador y por su eficiente colaboración en la Unión de Superiores Generales. Parece que no había en la Iglesia experiencia que no le interesase, o para beneficiarse personalmente, o para dar orientaciones adecuadas a este o a aquel hermano, o a alguna de las muchas personas religiosas que lo consultaban. Siendo en aquellos años Asistente General de la Orden Franciscana Seglar, aprecié mucho sus intuiciones y su ilusión por la FamiliaMarista; aunque lamento (¿lamentó?) no haber hecho algo más en favor de los seglares. Ayudaba y servía a cuantos lo necesitaban más allá de lo humana– mente posible. Estando ya en México, no pude obtener que diese ejercicios a nuestra pequeña Delegación Capuchina. Entre otras cosas, unos meses antes de su muerte, porque, según me susurraron, los superiores le habían impuesto un límite en este darse a todos; porque era maestro de novicios. No sé qué pensarán los hermanos maristas; pero yo lo vi siempre dispuesto a apreciar y elogiar las cualidades de cada hermano y a solicitar la colaboración de todos. Alguna vez le advertí que me parecía un poco ingenuo en lo que esperaba de algún seglar o de algún hermano.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz