BCCCAP00000000000000000001210

EL CARISMA Y HERENCIA DEL P. JAIME @D versación de hermano. Por se palpaba que era un corazón de gran generosidad. Fue una persona que se granjeó la confianza: consultado como confesor, consultado como persona de saber y de experiencia. Era buen conversador, porque no le faltaba materia, lo cual facilitaba mucho su trato fraterno, su disposición de hombre sencillo, cercano al pueblo. Cuando en casa cenamos con algún matrimonio amigo, en ningún momento se apagaba la conversación, porque hablaba con mucha cercanía de la educación de los hijos y de los avatares del negocio en las incidencias económicas del país. Fue incalculable el bien que experimentó al contacto con el Movi– miento por un Mundo Mejor, que en ideología y proyectos pastorales bienpodríamos definirlo como el Concilio antes del Concilio. Realmen– te el P. Jaime estuvo en la hora de la Iglesia; estuvo ideológicamente en la vanguardia de la renovación, sin ser jamás ni un exaltado ni un extremista. Bien se puede decir que, en el mejor sentido de la palabra, fue un hombre de Iglesia hasta el tuétano. Por eso, fue un hombre de una crítica sincera en los medios en que podían entenderle. En las conversaciones fraternas y serias de mesa era libre y enérgico para manifestar sus opiniones, por ejemplo, con respecto a casos de nuestras hermanas capuchinas, o como cuando conversábamos sobre la marcha de la Provincia, sobre el capítulo general, sobre los consejos plenarios, o sobre otros puntos delicados de la marcha de la Iglesia 336 • 336 Soy testigo de haberle oído por dos veces, en estos diálogos de mesa, su opinión con motivo de la beatificación del Pío IX, que había sido Papa durante 32 años (1846-1878), no porque para nada cuestionase la santidad del Papa, sino por las implicaciones políticas en que se vio envuelto dicho pontificado en tiempos en que todavía el papa era el Papa– Rey y por alguna ejecución de aquel tiempo... Son opiniones de una mente libre, con plena fidelidad a la Iglesia.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz