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[m] CAPÍTULO IX al enfermo, dejándole tan sólo con una especie de sabanilla para el decoro personal. Más tarde aparece la Madre Dolores Pérez B., Presi– denta de la Confederación. En un determinado momento se retira laMadre Lilia, para descansar y poder regresar para velarle en la noche... En el transcurso de las horas llegan del contiguo monasterio de las Capuchinas Sacramentarias la hermana Gracia María Huerta H. y la hermana Inés de Jesús Romero H., acompañadas de la Sra. Yolanda Huízar Domínguez. Esta y su esposo don Roberto García Ávalos ofrecerán luego el sepulcro familiar. Todas quisieran que el P. Jaime tenga el lugar más digno posible. La Sra. Yolanda sugiere trasladarlo al Hospital Español, en México D. F., y comienzan a informarse de los trámites. Tendríaque ser no enuna ambulancianormal, sino de cuidados intensivos...; pero los doctores dicen que no procede, que el enfermo no puede responder, y que este Hospital General es el mejor equipado de la zona. La Sra. Yolanda, al recordar, no puede contener su emoción: Era Jesús en la cruz, el cuerpo desnudo, y los brazos y los pies atados a la cama... Recuerda también la Sra. Yolandaunapalabra que pudo percibir al enfermo: ¡Respeto! La señorapide unagasapara limpiar con ternura unhilo de sangre que quiere salir de la boca; pero observa que se derrama sangre en el suelo, porque el drenaje de transfusión en el brazo no funciona. Al instante cinco enfermeras atienden al enfermo. La Sra. Yolanda debe retirarse. La situación del enfermo no mejora; de hecho, en estas horas ha tenido un nuevo vómito. Hay momentos particularmente delicados, como cuando un pequeño grupo de alumnos de medicina, sobre las 2.15 de la tarde, pasa con el profesor por las habitaciones; han llegado donde el P. Jaime y han estado unos diez minutos, con la explicaciones del doctor; lahermanaHildapresencia la escena, al estar ahora en compañía
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