BCCCAP00000000000000000001210

__________ E_L_D_ÍA_Y_LA_H_O_R_A______ ~@ Al minuto, incluso revestido de alba, ha venido el P. Jesús Arrendo. - ¿Cómo estás, Jaime? - Tengo la cabeza un poco aturdida. - Tienes mal color. ¿Quieres recibir la absolución? Suavemente declina el ofrecimiento: - Es que no hace falta... - Bueno, recibe la Bendición de San Francisco. Y marchó a celebrar la Eucaristía. Pero las hermanas de ninguna manera dejaron al enfermo. Es la superiora (Madre Guadalupe ), Miriam, la Secretaria (Madre Celina Rodríguez G.)... Se han percatado de la situación grave. En el suelo un charco considerable: sangre ya negruzca con grumos y coágulos, y un reguero que va hasta la puerta del baño, en un ángulo de la habitación. Evidentemente ha habido un fuerte vómito. Luego se supo que, a las 5.30, cuando la superiora de casa, había ido por el jardín para controlar una llave del agua del depósito, había luz prendida en la ventana del P. Jaime. Nada extraño, porque en esta Casa se madruga. En algún momento el enfermo ha dicho a la hermana Miriam. - "La partida es mía". Y repite: "La partida es mía". ¿Está diciendo que se va... ? No se sabe exactamente. Y en otra ocasión - cuenta la misma hermana - vuelve a decir: - "La partida es mía; la partida es mía". Está consciente, pero hay algún amago de desvarío. Le dicen que van a llamar al médico. El P. Jaime piensa que no es necesario. Las hermanas insisten, y humildemente accede: - Bueno, si ustedes piensan así... Miriam se dispone a agarrar la cubeta para limpiar el suelo.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz