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• alienta el CPO a profundizar sobre nuestra identidad fraterna (siempre será preciso trabajar el tema de la identidad). Esa identidad se configura en el paradigma de lo fraterno "prescin– diendo de toda connotación clerical y/o laical". Cita como apoyo de esta idea una carta de Juan Pablo II al Congreso internacional sobre la vocación capuchina en sus expresiones laicales que tuvo lugar en setiembre de 1996. En realidad, la carta deja las cosas a medias porque afirma la fraternidad como núcleo de nuestra identidad pero mantiene los modelos de comunidad (clerical, laical, mixta) que vienen en Vita Consecrata. O sea, el problema real queda intacto. Por eso, cuando el CPO dice que se haga este trabajo de ahondar en la identidad "prescindiendo" de las conno– taciones laical o clerical, me parece harto difícil la cosa. Pero la orientación, eso sí, continúa siendo valiosa; • el CPO consideranecesario decir a los hermanos que estos anhelos de igualdad es preciso que sean llevados a la práctica. Es decir, se tiene la conciencia de que, a nivel de principios, no hay dificultad en admitir estos planteamientos, pero se ve que la práctica no va tan de sí. De nuevo la pregunta del millón: ¿Cómo es posible vivir en una estructura fraterna en la que es posible que, aunque esto se quede en teoría, la vida continúe? ¿Cuándo se va a romper esa inercia institucional que hace que aunque esto no se lleve a la práctica "no pase nada"? ¿Cómo dejar de vivir en los principios (no es vivir realmente la fraternidad) para vivir en lo histórico, en lo tocable, en lo práctico? B. Autoridad y animación La minoridad implica el reconocimiento del don del hermano y lleva al ejercicio común de la corresponsabilidad y de la partici– pación de todos los hermanos en la animación de la fraternidad. La autoridad debe ser el dinamismo que empuje a elaborar el proyecto comunitario de la fraternidad como instrumento real de crecimiento en la vida y en la fe; el guardián será el animador y

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