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estar insistiendo en ello, aunque la pregunta de fondo es por un estilo de vida que tiene el peligro de que haya hermanos que se escaqueen y no pase nada. Esa es la verdadera cuestión; • en temas de formación (tanto inicial como "especial") ha de regir el simple principio de igualdad de oportunidades. Esto habrá que vivirlo con todo rigor porque las diferencias en las oportunidades de formación es algo que, al menos en otras épocas, ha sido fuente de conflictos :fraternos por la desigualdad vital a la que lleva la desigualdad formativa. Cuando el texto dice que sea una forma– ción "igual e idéntica" no quiere decir, obviamente, que los planes han de ser uniformes para todas las personas, sino que las oportu– nidades y los medios han de ser iguales; • formula el CPO el quid de muchos de nuestros interrogantes de vida fraterna cuando dice que los hermanos "han de tener en la debida consideración la unidad en la diversidad de nuestra frater– nidad". Siempre será un caballo de batalla del hecho fraterno cómo se conjugan las aspiraciones personales y el hecho comuni– tario, cómo los planes comunes pueden llegar a ser y a incluir los planes personales. La estructura siempre ha intentado, a veces "por la fuerza", obligar a que los planes comunes sea asumidos como personales. Ese camino nos ha llevado a la perpetuación del problema. Habrá que tomar otra senda: cómo suscitar planes comunes (no tanto planes de estructura) que sea capaces de ilusionar a las personas hasta hacer ver que sus anhelos personales son integrables en dichos planes; afirmar que, si en una pareja la igualdad se manifestaba en paridad intelectual, la batalla estaba ganada, relegando lo doméstico a segundo plano, casi a un detalle secundario producto de IE obsesión de las primeras feministas. El tiempo me ha dicho que estaba errada; si el m.mdo doméstico no se comparte, la brecha entre lo público y lo privado no se cerrarájamás. En buenas cuentas, volvemos al principio, a lo aparentemente lateral que se calificó de rudimentario, de la lucha pequeña, o como lo dice bien su nombre, doméstica: si tu hombre no lava los platos contigo, lamaldiciónmilenaria permanece": M. SERRANO, Lo que está en mi corazón, Barcelona 2002, p.198-199. 35

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