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NÉSTOR ZUBEIDÍA BARSELÓ 29 Deja dormir la palabra y que la riegue la lluvia, que la oree bien el sol, pues sólo entonces fecunda. 30 ¡Cómo siembras la ternura por el silbo de tus labios, semilla fértil caída en el pecho del Amado! 31 Una madre nunca muere ni se ha perdido su amor; simplemente se ha mudado al cielo del corazón. 32 Descórreme la cortina de tu rostro, -le decías-, y era tu luz tan radiante que el alma desfallecía. 33 Yo voy buscando sediento cómo calmar mi ansiedad; mándame, Señor, tus aguas, tus aguas de manantial. 34 Y la niña no sabía que el sol se colgaba al alba; desde el balcón de su rostro al descorrer sus cortinas, la niña no lo sabía... 35 Diez llaves me dio la vida y fui diez veces esclavo; al mar arrojé el llavero, y regresé a ser mi amo. 36 Detrás de la colina de cipreses está Dios, me decía la niña de ojos glaucos, y se asomaba, para verlo, a mi balcón. 37 Que yo pienso, luego soy, no me gusta esta canción, pues la niña, sin pensarlo, me ha robado el corazón. 38 Mejor lo sabe el poeta de la escuela de Cervantes: si no sé de dónde vengo, ¿cómo encontraré a mi Padre?

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