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APARTADO TERCERO: NAVIDAD solo, sin comitiva, en el vagón de tercera, sin lujo de riquezas, en la noche, venía. Y en esa noche de soledad preñada, José y María, cipreses de silencio, ardían en oración, la cintura ceñida. En la quietud de Dios, con ojos de gacela y el alma recogida, anestesiado el cuerpo, José estaba esperando y esperaba María. Por una sola noche, cuando los pájaros dormían y el aire acariciaba los cipreses místicos y nardos de la orilla, cuando el río bruñó su espejo terso para ver a la Niña, el príncipe en la noche, Mensajero del Padre, descendía. Por una sola noche enlazaron sus manos José y María y tendieron la hamaca del cielo a la tierra con alegría, y el Padre pronunció su p ALABRA sobre la hamaca tendida en Belén, y, a la luz de la estrella, se acostaba la Vida. Por una sola noche si oyes la voz de Dios, eco de cercanía, deja tus compromisos, tus cenas, tus regalos, tus fantasías y deja también, sólo por una noche, toda acción altruista, para que Él te encuentre, cuando llame a tu puerta, con la antorcha prendida. Dichosa soledad que deja el alma sometida, absorta en el Amado y subyugada a su venida; que en medio del silencio cuando todos y todo de mí se desprendían, el Hijo de Dios se hizo carne y estremeció mi vida.
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