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FRANCISCO ÜSTÉRIZ LIZARRAGA Engabao es un pueblo deseoso de ser bendecido en sus casas, en sus bienes, en sus instrumentos de trabajo, en sus animalitos y en sus personas. Un pueblo trabajador. A cuatro kilómetros de la población, vadeando los ríos Engabao y Suyuña, (secos en verano) está la "piedra", la "orilla", el "puerto", una ensenada natural de donde salen y atracan las embarcaciones de la pesca artesanal. A las diez de la noche la playa presenta un espectáculo impresionan– te: largas hileras de pangas y canoas recién aparcadas, chorreando todavía agua, descansan sobre la arena muerta. En lapopabrillauna llama sobre una estopa rociada de kerosén en una lata de pintura vacía; otra llama parpadea en la proa. Son ciento cincuenta embarcaciones y trescientas lámparas agitadas caprichosa– mente por el viento y orquestadas por el estrépito del aguaje. Semejan una imponente procesión en noche de luna tierna. Y es todo un pueblo que participa en la faena: hombres, mujeres, niños se dedican pacientemente a la tarea de "destramallo". Y son docenas de canastas de pescado que se movilizan y negocian y llenan la mesa familiar. Un pueblo que cada día se aposta en la orilla. Un pueblo que a las tres de la tarde se bota sobre las aguas del mar océano en frágiles canoas. Un pueblo que achica la noche recortándole largas horas de sueño. Un pueblo que gana una batalla diaria y arranca el botín para el sustento de sus hijos ...merece aplauso, respeto y apoyo, y no podemos decir con seriedad que es un pueblo pagano. ¡¡¡Viva nuestro pueblo que trabaja por la vida! !! Cuando el ARCA DE LA ALIANZA -que era la representación palpable

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