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CIENTO CINCUENTA LUNAS hace muchos años en Engabao y casado con una mujer de la comuna. Tiene una hija. Se le ha presentado un "bulto", una sombra, que a su parecer, es el "maligno" y le tiene atemorizado. Piensa si no será porque tiene una moza. - Es que, padre, mi mujer no me quiere y la moza sí, y disfruto en su compañía. ., Pero tú sabes que Dios te ha unido con tu mujer y bajo el signo del sacramento, y no con la moza. Yo creo que el maligno lo tienes dentro yno en el bulto de laventana. Si estás dispuesto a abandonar los servicios de la moza, te doy el perdón de parte de Dios; si no, te daré la bendición. - Padre, deme la bendición. He aquí un cholo con la mente más aguda que una chulubita y un discernimiento diáfano. Un pueblo agarrado al océano y buscando siempre que las aguas sean generosas e invocando a Dios para que las bendiga, igual que los pescadores de General Villamil procesionan con San Pedro en canoapor las aguas de la orilla y los pescadores de Santa Elena llevan al balneario de Ballenita la cruz demadera del viernes santo y la bañan en las olas del Pacífico para que las amanse y las obligue a estremecerse de vida. - Padre, ¿nosotros también podemos bendecir? - Por supuesto. Si la gente puede hacer maleficios, ¿no va a poder hacer beneficios? Bendecir es decir bien de otro, desear el bien al otro, algo así como cuando nos saludamos. Dios siempre dice bien de los hombres; a veces, no así de su comportamiento. Rubén, el muchacho que hizo la pregunta, se palpa la palma de la mano e inicia un gesto chiquito de bendición; después, aturdido, se sacude los dedos.

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