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FRANCISCO ÜSTÉRIZ LIZARRAGA que le aseguró le curaría con cuatro sobadas. Le hizo las cuatro sobadas cobrando dos mil sucres por cada una, pero Luisa no se curó. El esposo advierte que hay muchas "malezas" en la comuna y él cree en los maleficios. Estas malezas las ponen en la comida, en la bebida... No se sabe quiénes las hacen; sólo algunos curanderos lo saben. D. Francisco cuenta el caso de una señora joven (21 años) a la que pusieron maleza y botó un pescado de 12 centímetros con cabeza de sapo, y después murió. Ocurre que cuando no se sabe de qué ha fallecido una persona el recurso es fácil: de maleza. El señor Tomalá ruega que no se mencione el asunto de las malezas en la misa de funeral por el temor de que haya represalias y venganzas y se prodiguen los maleficios. Tiene una larga familia, ha procreado doce hijos de los que sobreviven once, todos casados menos una doncella. Hace quince días falleció en el Balcón del Pacífico una señora de Engabao. Parecía que estaba encinta, pero en realidad no era así... Los vecinos aseguraban que estaba criando un chancho en la barriga, se le movía el bicho y oían los pequeños gruñidos. El extraño fenómeno era producto de una "maleza" que le habían metido a la joven señora. Un pueblo salaz La comuna de Engabao está espolvoreada de erotismo; tiene un hablar peculiar, con voces y tonos especiales, conversaciones de doble sentido y la creencia común de que es más macho el varón que con más mujeres se acuesta. Se maneja a sus anchas, como el pez en el agua, en este terreno

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