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CIENTO CINCUENTA LUNAS con Francia Alida Crepín Flores, de Bellavista (caso especial, una novia de fuera de la comuna. Ya dice el refrán: "El que bebe de bototo y se casa en tierra ajena, no sabe si el agua es clara ni si la mujer es buena"). El religioso pregunta si saben lo que es la confesión. - Sí, -responde el chico- eso para casarse. El religioso le ayuda: - Es para perdonar los pecados. Y avanza: - ¿Saben lo que es pecado? Se hace un silencio nebuloso. Al fin el novio ha adivinado: - Eso que se come. No sé si están en la inopia ellos o nosotros, o todos, como apunta nuestro párroco. Ella se llama Elena Alejandrina Tomalá y él Medardo Tomalá. Medardo se ha arreglado la dentadura; lleva los colmillos en fundas de oro y le chispean. Vienen a confesarse como un trámite más. El varón no tiene pecado. Le exhorto a que piense que al casarse por la Iglesia hace un encuentro de amistad con Dios y empieza a vivir más cerca de él, se hace familiar de Dios junto con Elena; y empiezan a ser más cristianos. Medardo está nervioso esperando que termine el tormento; está desguarnecido como una corvina fuera del agua. Le doy la bendición y le despido. - ¿Cuánto es -pregunta azorado. - Nada, Medardo. Tengo para mí que muy a gusto hubiera pagado un billetón por evitar esa tortura.

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