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CIENTO CINCUENTA LUNAS cómo habrán encajado la fuga, qué harán... Los papás están furiosos. Contactan con familiares y amigos residen– tes en otras poblaciones para averiguar el paradero de los fugitivos. A veces denuncian el hecho a la policía para que se haga cargo de la búsqueda. Un día, los enamorados entran en razón y deciden regresar a casa. Avergonzados y compungidos se someten a la repelada y al fuete. Ahora, con prisas, el papá de la enamorada que llega con casi todos los atributos femeninos intactos, (ya decía Tomalá García: "el varón es como pelota que salta; la mujer, como vidrio que se quiebra")... corre al domicilio del papá del enamorado a concertar el matrimonio por la Iglesia. Conversan largo rato hasta el extremo de fijar el lugar y el día de la boda, ajustando al máximo el espacio de tiempo: dos meses. A nadie se le oculta el riesgo que entrañan estos matrimonios. ¿Cuáles son los motivos para llegar al altar a través de chaquiñanes, recorriendo vericuetos y sembrando disgustos? En primer lugar proceden del temor de que los papás de los enamo– rados no acepten a la pareja y desaprueben esa unión. , Además, este procedimiento -de hechos consumados- no tiene ape– lación y es la costumbre de la zona; así se manejan todos. Y por último, es que la petición de mano conlleva una carga: desde ese momento el enamorado está obligado a la manutención de la enamorada como si fuera sumujer. (¿Será alguna reminiscenciajudía?). A veces se estiraba el tiempo hasta el día de la boda con malvada intención y el peso resultaba excesivamente gravoso. Una vez determinado el día y el lugar de la boda, las familias inician los preparativos: nómina de invitados, padrinos, menú, música. Los novios hacen vida en común, las mujeres son más feraces que las
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