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FRANCISCO ÜSTÉRIZ LIZARRAGA Bodas Engabao es uno de los recintos donde la mayoría de los jóvenes se casa por la Iglesia porque, aparte de quedar bien, se asegura el porvenir de la novia. "El matrimonio por la Iglesia -amigo- es para siempre", afirma la gente. Y es que el estado en que llega la "niña" después de la escaramuza de la escapada, obliga a sus papás a atar todos los cabos para que la hija no viva en zozobra con el continuo temor de perder al hombre que le convirtió en mujer. El amor es un hálito muy íntimo y estremecedor, viene embozado en una cápsula de pudor natural, tan puro que aturde, y se resiste a emerger a la superficie. ¡Qué nerviosismo, qué apuros, qué sudores para descu– brirlo a escondidas! No se encuentran a mano el gesto, el ánimo, la palabra, la voz, el tono... para expresarlo; resulta un espacio embarazo– so, una especie de martirio, un "querer y no poder". Y una vez rota la "cáscara", se produce un dulce sosiego, el ancho descanso: se convierte en un amor en secreto, el secreto mejor guardado; que nadie intente abrirlo, que ninguno aspire ese perfume. Los enamorados guardan la declaración de amor bajo siete llaves. Se comprometen a que no se enteren sus papás; temen que les quiebren la Joya. Y una noche, al amparo de las tinieblas, por la puerta trasera, ("casa de dos puertas mala es de guardar") aprovechando el bullicio de la fiesta patronal... ella estaba en el umbral, él llegó de incógnito y la arrebató...; huyeron lejos, a vivir sin testigos, a ser libres; posiblemente resulten los días más gratificantes de su vida. En el descanso somnoliento, después de la furia de la pasión, comienza a rondarles el gusanillo del temor: cómo estarán los papás,

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