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FRANCISCO ÜSTÉRIZ LIZARRAGA aliento de Dios en la vida diaria. Uno de los varones presenta el caso del niño Andrés de la A. El pequeño tiene 11 años y es despierto y decidido. Sale a menudo al mar en la panga de unos amigos. Una tarde de mar brava en que la embarcación, embestida por el oleaje, baila como una cáscara y está a punto de ir a pique, el muchacho grita al cielo: - Diosito lindo, échame un vistazo. Esta mañana nublada del 20 de noviembre toca reunión de cateque– sis; la comuna es un desierto, está muerta. Voy a encontrar la llave de la capilla, peregrino casa por casa en busca de los "guías"... Eloy salió a la pesca a las 5 de la mañana; Santiago Rodríguez viajó a Guayaquil; sólo el "peruano" Armando de la A. está en casa y se acuerda de la reunión; le embarco en la camioneta y le halo hasta la capilla. Toco la campana y salgo en busca de María García, esposa de Eloy; está lavando ropa, le pido deje un rato la tarea y nos acompañe, y accede. No asiste Inés Tomalá, esposa de Santiago... al fin podemos reflexionar el tema "Jesús perdona a los pecadores". Esta noche, festividad de santa Lucía, realizamos la celebración penitencial. Participan los niños, les acompañan sus papás; falta una señora. El acto resulta· sereno, sin complicaciones; los varones son reacios. 15 de diciembre, domingo. Esta tarde 15 niños comulgan por primera vez. Es el primer fruto de la catequesis familiar. El pueblo se viste de fiesta; la capilla se colma de familiares, amigos y vecinos. Nos consi– guen, prestado, un equipo con parlantes y la liturgia resulta más llevadera. Después de la comunión, cada niño presenta de cara a la comunidad una ampulosa acción de gracias memorizada, dirigida a Dios, a Jesucristo, al Espíritu santo, a la Santísima Virgen, a S. Jacinto. Terminada lamisa, acompañado de los comulgantes que hacen calle, llevamos la eucaristía a Santos Borbor, entusiasta catequistaparapléjico que vive el día en silla de ruedas. En la amplia sala de su domicilio

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