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A finales de septiembre volaron sobreManila los nuevos y poderosos aviones americanos. Era un aviso. En octubre sometieron la ciudad de Manila a un bombardeo devastador. Se hablaba de la declaración de Manila como ciudad abierta, pero los japoneses prometieron solemne– mente que defenderían la ciudad. Los americanos desembarcaron en Lingayén el 9 de enero de 1945 y se dirigieron rápidamente a Manila hasta el gran río Pasig que dividía la ciudad; los japoneses volaron todos los puentes; los americanos pidieron la rendición de Manila; ante la negativa de los japoneses dieron el asalto final, que duró del 7 de febrero al 3 de marzo. Los japoneses defendían sus posiciones, a la vez que se dedicaron a matar a toda clase de gentes por odio a los blancos y a los filipinos, a éstos por no haber aceptado el protectorado japonés en pro de la Coprosperidad del Este de Asia. De los nuestros murieron nueve 120 • El final de la guerra en Pangasinán. Antes de desembarcar en la bahía de Lingayén, laArmada americana arrasó gran parte de Lingayén y de Binmaley, con el apoyo de la aviación. Gran cantidad de granadas cayeron cerca de nuestras parro– quias; un cascote de bomba cayó en la iglesia de Salasa, una granada cayó en el presbiterio de la iglesia de Aguilar. Bugallón no sufrió nada. Los aviones ametrallaron lugares que podían refugiar japoneses, pero éstos huyeron precipitadamente hacia Manila, lo que dio lugar a un ataque rápido del ejército americano sin parar hasta Aguilar. Durante este avance, los Padres de Bugallón, Hipólito de Azcoitia y Román de Vera salieron apresurados a las afueras en dirección al monte. Los religiosos de Salasa, PP. Jacinto de Erasun y Pedro de Muniáin con el 119 ARBEIZA, Bienvenido de, obra citada, pág. 323-325. 120 Los nombres de nuestros religiosos, cruelmente asesinados, son los sacerdotes, Florencio de Lezáun (Superior), Félix de lgúzquiza (2° Discreto), Ladislao de Busturia, Santiago de lbiricu de Yerri, Raimundo de Labíano, Pacífico de Villatuerta y los hermanos laicos, Valentín de Azcoitia, Elzeario de Sarasate e Ignacio de Vidania. A ellos dedicó el P. Bienvenido de Arbeiza su obra Reseña Histórica de los Capuchinos en Filipinas. [wJ

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