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Ni la Ermita, ni aquella ciudad en que estaba incluida, podían llenar sus ansias misionales. Pero en laErmita encontró al que le iba a conducir a un campo de apostolado parecido a unamisión, aunque siempre siguió añorando por una misión entre paganos. Quien le llamaría a ese campo · seríaCésar Guerrero, un sacerdote ejemplar. Éste vivía en laErmita; era muy amigo del P. Cesáreo, su párroco, y apreciaba sus cualidades 14 • En febrero de 1929, Mons. Guerrero fue preconizado Obispo de la recién creada Diócesis de Lingayén 15 , de la que tomó posesión el 23 de mayo del mismo año, siendo consagrado al día siguiente. No es de extrañar que para la solemne ceremonia encargara al P. Cesáreo dirigir la palabra a la ingente multitud que llenaba aquella amplia iglesia convertida en Catedral. El P. Cesáreo era un gran orador. Su intervención en la ceremonia de la consagración episcopal de Mons. Guerrero fue sin duda larga, como se acostumbraba entonces. La ocasión pedía entusiasmo y calor. De– j émosle que lo comente él mismo: ';El día 24 de éste (después de haber sido declarado tísico), prediqué uno de mis más fuertes sermones ante una concurrencia inmensa y en presencia del Delegado Apostólico, del Arzobispo de Manila y de 8 Obispos más, en la Catedral de Lingayén. Todos creían que aquel sermón iba a darme el golpe de gracia; pero desde entonces tengo mejor apetito" 16 • 14 César Guerrero, tras sus estudios eclesiásticos en Filipinas, estudió en el Colegio Pío Latino Americano de Roma. Allí hizo amistad con varios capuchinos e ingresó en la Orden Tercera Franciscana. Se doctoró en Sagrada Teología y en Derecho Canónico. Vuelto a Filipinas, fue nombrado canónigo doctoral de la Catedral de Manila y, después, Secretario del Arzobispo. 15 La Diócesis de Lingayén, capital de la provincia de Pangasinán, comprendía no sólo esta provincia (unos 10.000 km 2 ), sino también un amplio territorio de las actuales provincias de Tarlac y de Nueva Écija. 16 En una larga carta del P. Cesáreo al P. Provincial que se conserva en el Archivo Provincial de Capuchinos en Pamplona, le dice: "el sermón de las Siete Palabras en la Catedral el Viernes Santo es, a mi entender, el causante de estos achaques míos".

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