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su santo padre, por sus costumbres y devoción a la Orden Seráfica, celebrándose este matrimonio el año 1258 con grande regocijo de Francia y de Navarra; y que de regreso a su Corte, trajo la inestimable reliquia de una Espina de la Corona de N.Señor Jesucristo, regalo que le hizo su suegro San Luis, y que colocada en riquísimo relicario se adoraba en la Santa Iglesia Catedral de Pamplona. Viendo cómo el dicho Don Teobaldo 2° se hizo tan célebre en el año 1270, conquistando tantos laureles para sí y para los Príncipes cristianos que en Católica Cruzada obligaron al rey moro de Túnez a humillarse ante el ejército Católico; y que según se refiere en el Tomo 3° de los Anales de Navarra, escritos por el R.P.Moret, hizo tantas fundaciones piadosas de Monasterios, Yglesias y funciones religiosas. Este mismo piadosísimo rey Don Teoblado 2° fue también glorioso fundador del Monasterio de San Francisco de Asís de Sangüesa, como consta en la conclusión del capítulo diez, libro 22, de los citados Anales; y como consta además en la Crónica de la Orden Seráfica de dicho santo. Es pues, importantísimo al honor y gloria de esta Ciudad de Sangüesa, el que se conserve un edificio, como el Convento de San Francisco, tan antiguo que data del siglo trece, y de tanto lustre que reconoce por fundador al esclarecido rey de Navarra Dn.Teobaldo 2º. Es muy justo que vuelvan a habitar sus antiguos poseedores los hijos del Seráfico Patriarca San Francisco de Asís. Y es utilísimo para el esplendor del culto divino, y para la conservación de la piedad de los fieles, que en su templo se celebren misas diarias, se predique la palabra divina, se provea de abundantes confesores para la recepción del sacra– mento de la Penitencia, y se canten las divinas alabanzas para contener el brazo de la Divina justicia. Por lo tanto a V .E. se suplica que desde luego ceda el uso perpetuo de este Covento de San Francisco a los religiosos Franciscanos, para que a la brevedad posible vengan a establecerse en él, por medio de las gestiones, que hará al efecto la Orden Tercera, cuyos individuos en unión del Clero y demás vecinos de esta Ciudad suscriben. 76

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