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Fueron celosos sacerdotes de Sangüesa y la nunca fenecida Orden Tercera de Penitencia quienes mantuvieron el culto dominical en la iglesia y se lanzaron a la restauración de aquel glorioso monumento levantado por el rey Teobaldo II. Fue ofrecida la restauración a sus propietarios, los Padres Franciscanos de la Provincia de Cantabria. Sus superiores creyeron oportuno prescindir por entonces de este convento y dejaron libres las manos para ofrecerlo a otra Orden religiosa. La ocasión vino al encuentro de los capuchinos de la Provincia de Navarra y Cantabria, que llevaba también adelante su restauración; había perdido sus conventos tradicionales y buscaba abrir otros nuevos. La cesión legal del convento llegó a los capuchinos gracias al Ayuntamiento de Sangüesa, aunque los superiores de Cantabria tuvieron el gesto elegante y fraterno de conceder con gusto que éstos se hiciesen cargo del inmueble. La Provincia de capuchinos de Navarra-Cantabria-Aragón espera no haber decepcionado a sus seculares habitadores, por no decir propieta– rios, ya que ahí están templo, claustro y convento, no sólo conservados, sino repristinados y remozados. Pero lo que más importa, ahí sigue el convento de san Francisco convertido durante decenios en foco de evangelización para la ciudady la comarca de Sangüesay aún de Aragón, y en casa noviciado de esta Provincia restaurada. Por esta comunidad han pasado religiosos de gran calado espiritual y por la casa de formación han pasado muchos cientos de religiosos, que en él profesaron la vida consagrada y llevaron su talante franciscano, como hombres del pueblo, por varios continentes. 61

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