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54 Humilde hermana nuestra capuchina, que de humildad hiciste tu sendero: tan solo Dios es digno de alabanza, Él solo plenitud, virtud y premio. En Él se ensancha el alma enamorada, y el puro amor le lleva hasta el exceso: amor de penitencias encendidas, amor hasta morir, que es solo obsequio. Tu pluma escribe, lanza llamaradas, y enseñas que el vacío es el encuentro: un diálogo de amor entonces surge y la verdad de Dios empuña el cetro. María Magdalena, amor que sirve, amor a tus hermanas, fiel y entero: enséñanos a Cristo dolorido, y a Cristo en nuestro prójimo latiendo. ¡Oh Dios de amor, perdón de pecadores, oh Dios en Trinidad perenne incendio, que brille y arda el fuego incandescente, en una brasa Cristo, tierra y cielo! Amén.
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