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regresaran a Kansu lo antes posible. El lo deseaba y también los cató– licos. Agradecía a la Provincia de Navarra y a la Orden su interés, y el ofrecimiento concreto de mi persona en su favor. Vimos que habían construido dos pabellones nuevos para viviendas y oficinas en el viejo recinto de la misión. También les habían devuelto una gran parte de la vieja parcela que fue de los Capuchinos. Faltaba una parte; pero estaba en trámites, con la condición de que debían construir. En caso contrario, la tierra volvía al Gobierno. En las actuales condiciones políticas, el Gobierno permitía a los particulares tener algunas propiedades, y en concreto a la Diócesis, dispensarios médicos. Me hablaron de Yütumiao, Sanshclipu y Liushuho. El obispo ofrecía enfermeras; las religiosas tituladas. En conclusión, tanto la carta del General cornola presencia del Vicario Provincial de Filipinas, los llenó de alegría y de esperanza. Al regreso, Mateo y yo, visitarnos el Seminario de Xi 'an. Ochenta seminaristas mayores. Dos de Pingliang, y al menos uno de ~llos, finne candidato para la Orden. ·· ·· John Corriveau, Ministro General Elegido el nuevo Ministro General, padre John Corriveau, le escribí una carta de presentación, dándole al mismo tiempo una visión resumida de mis trabajos en China y de cómo se presentaba el futuro; refiriéndome de modo especial a los candidatos a la Orden. Ante la imposibilidad de enviar fuera a los seminaristas, yo proponía que fueran Mons. Ma Ji y D. Pedro Wang los educadores aceptados por la Orden para los nuevos candidatos. Eran más capuchinos que cualquiera de nosotros. Confiaba totalmente en ellos. Y añadí algunas sugerencias: que se concediera al Sr. obispo recibir al postulantado, y que el primer educador de los postulantes para la vida capuchina fuese D. Pedro Wang, ayudado circunstancialmente por algún capuchino chino de la diáspora, en concreto de Indonesia. 57
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