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General hubo un claro alivio, y se me felicitó por mi honradez y honestidad. El grupo anglosajón predominante y nunca arriesgado a nuestro tipo de aventuras ibéricas por el Evangelio, se quedó a dos luces, sin entender demasiado. Pienso que les dejé mala impresión con mi estilo. Me ha sucedido con frecuencia. Tan sólo un mes más tarde, algo avergonzado quizá por mi franqueza con el Ministro General le escribía: "Retomando los hechos y la realidad que hemos de vivir respecto a nuestra ilusión y lucha en favor de China y el Evangelio, quiero que sepa que en manera alguna dejo este empeño ni nuestras esperanzas, y que sigo y seguiré adelante. Como yo mismo confesé, y era opinión común entre los hermanos en Parapat, le vuelvo a decir por escrito que en las actuales circunstancias ni Hong Kong ni Macau son los lugares adecuados. Esta decisión no me agradó ni a mí mismo; pero es honesta, y creo que justa para todos. Hasta la fecha me había hecho todas las reflexiones, con todas las consultas posibles para confirmar mis propósitos de permanecer y poder contar con hermanos aquí, lo más cerca de China; pero las dos ciudades se vienen abajo, y ellas mismas no tienen esperanza de que el gobierno comunista cambie. Todos saben que los extranjeros que viven en Hong Kong, no serán ciudadanos chinos en 1997. Mucho tendría que cambiar la política del gobierno comunista..." Una de las razones por las que nos interesaba quedamos en Macau era precisamente esta última; pero el gobierno chino anunció que los pasapor– tes de Hong Kong y Macau solamente servirían para esas dos ciudades. No aceptaba a los extranjeros como ciudadanos chinos. Mi temor era abrir una nueva fraternidad, y llamar a uno o dos hermanos jóvenes para que primero estudiaran el chino, y luego se consumieran esperando indefinidamente que hubiese la oportunidad de pasar a vivir a China. Lo que para mí solo era un reto, me pareció una mala jugada, sin perspectiva a corto plazo, para una fraternidad. 46

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