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éste último, muy usado por mí en la práctica. Y finalizaba: "Puedes estar tranquilo de que la Provincia no te olvida, ni olvida esa tierra que está sembrada con los cuerpos y la fe de varios hermanos nuestros". Lo tenía, pues muy claro. La única ayuda de momento debía venir de Filipinas. Pero esta vez, ya estaba preparado. El ambiente era mucho favorable; porque también se conocía más del asunto. Ayuda económica y nuevos contactos Mientras volvía mis ojos hacia Filipinas, comencé a interesar a quienes podían ayudar económicamente a Kansu. Ya había recibido la primera ayuda desde el Mensajero de San Antonio en Zaragoza. Ahora dirigí una carta al PronuncioMonseñor Gobel exponiéndole la realidad que se vivía en Pingliang y pidiéndole su apoyo financiero para los seminaristas. Roma contestó que se concedía un subsidio anual, al menos por seis años de 10.000 dólares USA. Con esta perspectiva programé un nuevo viaje por el norte de China, alargándome hasta Beijing y con miras a llegar a Harbin, en la Manchuria, para ver qué quedaba de la antigua misión de los Capuchinos austríacos. Ese destino final no pudo ser. La policía no vio con buenos ojos que un extranjero viajara solo hasta la Manchuria. No le debieron encontrar sentido a semejante proeza turística. Otro tanto me sucedía cuando hablaba de visitar Xifengzhen o Sanshelipu, en Pingliang. Más tarde supe que se me negaba el permiso, porque en esta última zona de nuestra misión había petróleo. De todos modos, en mis viajes por el norte, dejé muchos amigos para un futuro, sobre todo en Beijing y Shanghai. Así las cosas, regresé y me fui directamente a Manila para hablar con Troadio y los hermanos de Navarra principalmente. Si ellos me apoyaban y hacían ambiente, estaba seguro de que los hermanos filipinos verían el proyecto China con muy buenos ojos. Mi impresión de ese momento se la comuniqué en un informe al Ministro General. Yo aún seguía pensando en Macau y en una fraternidad; pero cada vez menos convencido, viviendo como vivía en Hong Kong el futuro incierto 42

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