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esperar que los filipinos se animen y se lancen a vivir contigo en China la aventura de la misión. Merece la pena". Si algo aprendí en la selva fue a no tener nunca prisa, y a reconocer como los Quichuas, que "el mañana también existe". Yo seguía esperando. Por otra parte mi propuesta de hermanar las misiones de Aguarico y China -una corazonada más- que fue aceptada solemnemente por la Asamblea de la Misión, alegró a todos y asombró gratamente a otros. Lo que me importaba era hacer sonar la campana. Y sonó. La carta de Roque Grández me ampliaba las ideas y las mutuas ilusiones. Los seminaristas ecuatorianos, que siempre habían soñado con África, ya tenían otro sueño y otra ilusión en la que fundamentar sus ideales: China. Y esos días escribí al obispo de Aguarico algo que aún ahora me asombra por lo que tiene de don gratuito: "Es curioso Jesús, que yo solo ya me sienta fraternidad. Estoy seguro que el tiempo me dará hermanos y hermanas". La cercanía y hermandad con mi antigua misión, fue verdade– ramente un gran apoyo moral. La hospitalidad de los franciscanos de Hong Kong Llevaba ya un año en Hong Kong. Era febrero de 1991. Al no ver ninguna perspectiva en Macau, hablé con los Menores, y puesto que no ponían ningún inconveniente, decidí seguir en Hong Kong el tiempo necesario hasta completarmis estudios de idioma chino. El padreMoscardó me sugería que pidiera otro hermano para que también se fuera preparan– do. El nos aceptaba a los dos. Siguiendo conmi plan de ser paciente, decidí esperar para ver cómo se iban desarrollando los acontecimientos. Por estas fechas, mi profesor de chino, Hui Yi Sheng, me invitó a acompañarlo a las ciudades de Hanzhou yWenzhou. El estaba arreglando la apertura de una fábrica de confección de tejidos de seda; yo podría practicar lo aprendido hasta la fecha. Fue un viaje completo: recorrimos con los amigos de China los centros de la gastronomía, la cultura, la ciencia, la industria y la política de la 40
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