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creyentes, de sacerdotes y de religiosas. Son pocos, es verdad, perono se pueden olvidar sus trabajos por el Evangelio. 5.- Traigo una impresión positiva. Los nuevos sacerdotes están prepa– rados para.ponerse al día, pero caminan despacio; porque sus fieles son gente madura y ancianos. Pero en las iglesias se ven muchos jóvenes, y si no hay más es por miedo a que el Gobierno se meta en sus vidas y en las de sus familias. Pueblo pobre, China está preparada para recibir el Evangelio de la pobreza y de la libertad. Las nuevas normas de comercio que les permite tener sus propias utilidades, están dando un vuelcO al corazón de este pueblo. Desean un cambio. No confían en el gobierno comunista. Y ya comienzan a sonreír y a cambiar sus caras y sus ropas. China es inmensa. Quizá no volvamos a Pingliang. Quizá hay otros lugares más abandonados y podríamos pensar en ellos. El tie)Jlpo.lo dirá. Uno se queda al final alegre con la esperanza, ymientras tanto se prepara a la voluntad de Dios". Viaje a Taiwan. Saber esperar El día 17 de septiembre volé a Taibei, en Taiwan, para integrarme durante un mes a la comunidad Franciscana de Tashi. De ese mes tengo algunos recuerdos inolvidables: la acogida de los Hermanos Menores y todo lo que aprendí con ellos; mis paseos diarios en bicicleta hasta una represa que quedaba a doce kilómetros, y mis sentadas matinales con los niños del jardín de infantes para oírles hablar y reírse de mi ignorancia. A mi regreso a Hong Kong contesté a una amable carta que me dirigía el nuevo Director de la Revista El Mensajero de San Antonio, de Zaragoza, Luis Ortigosa, ofrecienpo simpatía y apoyo concreto para Pingliang. Fue grande mi alegría al constatar que quienes primero me echaban una mano eran los de la casa. La ayuda llegó poco después y yo la convertí en libros de formación cristiana y franciscana, comprados en Hong Kong y Taiwan, en idioma chino. También de Aguarico recibí el apoyo moral y fraterno de la Asamblea General. Mons. Sádaba me concretaba más su pensamiento: "Hay que 39