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prohibieron volver. Su consejo fue que fuese a presentarme, a conocerlos. Ellos ya sabían de mi permanencia en Hong Kong, y me esperaban. Sobre el terreno yo mismo vería el tipo de necesidadés más urgentes. Me quedaba la espina de los Capuchinos alemanes. A pesar de que sus dos misiones vivían o languidecían, ellos no daban señales de vida, ni el Ministro General me dijo nunca nada al respecto. El Vicario General hermanoWiktrizius Veith que podía haberme aclarado este punto, tampo– co me notificó nada; lo cual me molestaba, porque por otra parte yo había recibido la noticia en Roma -de muy buena fuente-, de que los alemanes trataban de regresar a China; al menos supe que el Provincial, P. Eckehard, y un exmisionero en Tianshui habían visitado China en 1987. Insistiendo sobre el asunto escribí al General que dio la callada por respuesta. Aún sigo sin saber, hoy en día, si nuestros hermanos alemanes y austríacos tienen algún interés por sus antiguas misiones de Tienshui y Harbin; en Kansu la primera, en la Manchuria la segunda. Recibí también de la Curia General por estos días, todo lo necesario para mi mantenimiento y mis estudios, conforme al presupuesto apro– bado. Apoyo de los superiores de la Orden Al tercer mes de encontrarme en Hong Kong, tanto el Ministro Provincial como el General mostraban su profundo agrado al saber que nuestros proyectos se encarrilaban y tomaban forma. Recibí muy gratos halagos del uno y del otro, que transcribo por razones generales, aunque parezca pecar de vanidoso, que ami edad no tiene demasiada importancia. "...Milagroso es el ánimo que te acompaña y no te deja en esa encomienda de ser punta de lanza hacia la China Continental. Solamente un soñador como tú (¡soñador y realista!) podía apostar por esta misión. Pero como son sueños de veterano misionero con lenguaje de poeta ¡llegarán a ser contagiosos para bien de la Provincia y de Filipinas!. .. Eleuterio Ruiz". 32

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